Las artritis o artropatías inflamatorias son un grupo de enfermedades reumáticas, mucho menos conocidas por el público, que se caracterizan por la inflamación de una o varias articulaciones, sin traumatismo previo.
A diferencia de la artrosis, en donde la articulación se daña y se deforma progresivamente por desgaste y muerte del cartílago con el paso del tiempo, en la artritis, el daño de la articulación se produce por la inflamación de la membrana sinovial y necesita mucho menos tiempo para destruirse o deformarse, de ahí la importancia de su diagnóstico y tratamiento precoz. La artritis no respeta edades y puede acontecer en cualquier momento de la vida, incluso en la infancia más temprana.
Las artritis pueden obedecer a tres grandes causas: infecciones, depósito articular de microcristales o autoinmunes. Las dos primeras tienen un tratamiento excelente y, muchas, se curan definitivamente. Las terceras son el gran desafío del reumatólogo y su razón de ser.
Una artritis de origen autoinmune es una artritis en la que nuestras propias defensas reaccionan contra nuestras articulaciones, como si las tuvieran “alergia”, entablando una pequeña guerra civil. La reumatología actual no es capaz de decirnos todavía porqué una facción de nuestro “ejército” decide rebelarse, es decir, de explicarnos la causa de estas enfermedades. Sin embargo, cada vez nos da más información de cómo se comportan y destruyen las articulaciones, es decir, su patogenia. Esta información está siendo de una importancia capital para el desarrollo de tratamientos cada vez más selectivos y eficaces que, aunque no curen el conflicto, lo «pacifiquen» y lo silencien por completo de forma estable y duradera.