El tratamiento tradicional de la Espondilitis Anquilosante y enfermedades afines está basado en el empleo de antiinflamatorios no esteroideos y la ejercicio físico específico. Con esta combinación de tratamientos muchas espondiloartropatías se han controlado adecuadamente durante años. Sin embargo, cuando estas artritis afectan a articulaciones no vertebrales, muy especialmente en el caso de la artropatía psoriásica, es necesario recurrir a fármacos inmunomoduladores como el metotrexato, leflunamida o la salazopyrina.
En los últimos 6-8 años la irrupción de los fármacos bloqueadores del TNF alfa como el infliximab, golimumab, certolizumab, etanercept o adalimumab, ha supuesto un avance cualitativo muy notable en el tratamiento de estas enfermedades ya que dichos fármacos mitigan muy eficazmente (a veces por completo) los síntomas de dolor y rigidez vertebral en una mayoría de los pacientes induciendo remisiones sostenidas de la enfermedad (ver sección de Anti-TNF).
El empleo de éstos tratamientos ha disminuido también drásticamente la necesidad de prótesis articulares aunque el recambio protésico todavía sigue siendo una buena opción para aquéllos pacientes de larga evolución o con afectación severa de cadera o rodilla.
Más allá de las articulaciones
Es frecuente que en la historia natural de la enfermedad puedan aparecer asociadas afectaciones de otros órganos que nada tienen que ver con los huesos o articulaciones, tal es el caso de los ojos que se afectan por uveítis con relativa frecuencia, los pulmones en donde puede aparecer una fibrosis pulmonar o el corazón en donde pueden inflamarse las válvulas cardíacas. Por ello es esencial que estas enfermedades, por indolentes que parezcan,sean seguidas siempre por reumatólogos bien entrenados y familiarizados con este tipo de manifestaciones.